Las playas y costas del municipio de Águilas poseen un incalculable valor paisajístico y medioambiental. Algunas de ellas están consideradas como unas de las últimas costas vírgenes mediterráneas. Sin embargo, en los últimos años, la presencia creciente y continua de caravanas que acampan ilegalmente en estas zonas está provocando su degradación ambiental, destruyendo así su atractivo turístico.
¿Acaso alguien cree que esta ocupación masiva es compatible con la conservación de nuestro litoral?
La ordenanza municipal de Águilas establece que está prohibido acampar a menos de cinco kilómetros de un campamento público (camping), de un núcleo urbano, de lugares de uso público o concurridos (como playas, parques, etc.), y a menos de cien metros de los márgenes de ríos o carreteras. Existe una diferencia
claramente definida entre estacionar y acampar. Se considera que un vehículo está estacionado cuando tiene el motor parado y está en contacto con el suelo únicamente a través de las ruedas (sin utilizar patas estabilizadoras ni cualquier otro artilugio de apoyo), no ocupa más superficie que la que invade cuando está cerrado (sin desplegar toldos, sillas, etc.) y no emite fluidos ni ruidos al exterior.
El problema, sin embargo, no es solo que sea una actividad prohibida, sino que la presencia continua y masiva de estas caravanas en los espacios naturales provoca un gran impacto ambiental:
Suponen un enorme impacto visual y una alteración del paisaje, afectando a su calidad estética y privando de su disfrute al resto de ciudadanos. Hecho que irrita a visitantes, paseantes, senderistas, deportistas, aficionados y profesionales de la fotografía…
Las caravanas suelen dejar aguas residuales y otros desechos que degradan la calidad del suelo y la vegetación, y que pueden representar un riesgo para la salud humana.
La presencia constante de caravanas en las playas perturba los hábitats marinos, afecta a la reproducción de las especies y daña los ecosistemas costeros.
Además, el tránsito continuo de estos vehículos y de las personas por estos espacios naturales perjudica a la flora y fauna locales, disminuyendo su biodiversidad. Afecta a especies tan emblemáticas como la tortuga mora y el sapo corredor (que requieren de una protección estricta), a aves como el águila perdicera (en peligro de extinción en la Región de Murcia), y a otras catalogadas en situación de vulnerabilidad, como el halcón peregrino, el camachuelo trompetero, el chorlitejo patinegro, el alzacola rojizo y la carraca europea. En cuanto a la flora, el Helianthemun motae es un endemismo que solo habita en la zona comprendida entre Águilas y San Juan de Terreros, y el cornical y el azufaifo son especies que de todo el continente europeo únicamente se encuentran en el sudeste español. Esta pérdida de biodiversidad sería muy difícil de recuperar o tal vez imposible.
La presencia constante de caravanas provoca la erosión de las dunas y la degradación del suelo. Las playas, que son ecosistemas frágiles, son particularmente vulnerables a estos impactos negativos debido a que el peso de las caravanas provoca la compactación de la arena, con lo que no se frena el avance del agua durante los temporales y llega con facilidad a los edificios e infraestructuras cercanas a la orilla.
El litoral es un espacio vulnerable y público, por eso los pocos tramos vírgenes que quedan deben mantenerse a salvo del cemento y las urbanizaciones, pero de poco sirve si éstas son sustituidas por campamentos ilegales que suponen una ocupación “de facto” del territorio costero.
Por otra parte, en contra de la percepción de algunas personas, este turismo no representa una fuente de ingresos, más allá del gasto que realizan en supermercados y gasolineras, sino más bien lo contrario, puesto que la presencia masiva de caravanas en nuestras playas y costas provoca diversos impactos económicos negativos:
Degradan dichos espacios, disminuyendo su atractivo y, por tanto, la afluencia de turistas, principal motor económico de Águilas.
Perjudican a muchos negocios locales que dependen del turismo como campings, hoteles y alojamientos turísticos.
Elevan los presupuestos locales ya que debemos costear el servicio de recogida de la basura que generan, su consumo de agua en duchas, lavapiés o fuentes públicas, así como los gastos de mantenimiento y restauración de las zonas que ocupan para que se pueda restablecer la calidad del entorno natural.
Con el fin de evitar o mitigar estos impactos negativos en nuestro litoral es fundamental que las autoridades locales gestionen el turismo de caravanas de manera sostenible, implementando medidas efectivas de regulación y gestión como, por ejemplo:
Habilitar áreas de servicios de caravanas que impulsarían la economía local al generar empleo.
Mayor vigilancia y control de las zonas ocupadas ilegalmente por las caravanas que garanticen el cumplimiento de la normativa municipal. Para facilitar este control se podría crear un canal de comunicación tipo WhastApp con la ciudadanía en el que se pudieran enviar fotos que evidencien estas situaciones de acampada ilegal.
Instalar gálibos en los accesos a las playas y espacios costeros siempre que sea posible. De hecho, el Ayuntamiento de Águilas ha solicitado la instalación de gálibos que impidan la entrada de caravanas en las playas de la Carolina, la Higuerica y el Arroz.
Desarrollar campañas de educación ambiental dirigidas a los usuarios de las caravanas mediante la instalación de paneles informativos sobre los impactos negativos que genera la acampada masiva de caravanas en espacios naturales.
El litoral aguileño es nuestro principal atractivo turístico. Es un patrimonio natural que nos pertenece a todos, por tanto, todos tenemos el derecho a disfrutarlo y, lo que es más importante, el deber de conservarlo. Tenemos que proteger nuestras playas y costas ya que su conservación aportará más riqueza que su degradación.
Marta del Río Arconada
Licenciada en Ciencias Biológicas de la especialidad Ambiental
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