A la entrada del sendero
Que daba acceso a la villa
Estaba escrito un letrero
Bien veréis lo que decía
“Hay prohibición terminante
en todo aqueste lugar
de cualquier venta ambulante
y también el mendigar”.
Como fuere que el muchacho
del cartel no hiciere caso
siendo el de juglar su oficio
por la fuerza fue llevado
con su flauta y su morral
sin obtener beneficio
al poder consistorial.
Hallábase la alcaldesa muy confusa
en cómo interpretar sus alcaldadas
pues no quisiera ser la más ilusa
de cuantos esperaban en la sala
la respuesta, sin trampa ni tapujos
a la cuestión planteada.
Díganos el secretario
la falta y su gravedad
si se trata de un delito
o solo una nimiedad
Levantose el secretario
bien oiréis lo que dirá.
Unanimidad no ha falta
si se sabe la verdad.
No señor, no vende nada
pues pide la voluntad,
si limosnas no reclama
no cabe mendicidad.
Arrogose la alcaldesa la palabra
y dio por terminada la sesión
ordenando al munipa que le abra
al juglar las puertas de la prisión.
(Coro)
Andando andando
siguió el camino
nuestro juglar
con un vecino
de otro lugar
Allegados a un villorrio
irrumpieron en la plaza
Recítanos juglarcillo
la copla de tus entrañas
la que más gusta al pueblico
que ronda por las Españas.
Afinó el juglar la flauta,
si es que la flauta se afina
y bien tomada la pauta
al público que aglutina,
con voz triste y melancólica
tan armoniosa y melódica
a la vez suave y prosódica
con alabanza metódica
complugo la petición
sonando así su canción.
A Isabel Diaz Ayuso
a la que MAR la compuso
con culo y pecho confuso
sin pensar en el abuso
de su hospital inconcluso
por mal nombre el de Zendal
Así siguió el recital
hasta que a la concurrencia
se le agotó la paciencia
y no obstante
(permítanme una licencia)
le llenaron el morral
de queso y de salchichón
con alguna proporción
del vil metal.
(Coro)
Andando andando
siguió el camino
nuestro juglar
con nuevas coplas
para cantar.
Allegado a una taberna
de tradición libertaria
anuncioles en la puerta
su producción literaria
(Coro)
Un repertorio
tan meritorio
dio al personal
que se dispuso
para la escucha
del recital.
Con voz triste y melancólica
tan armoniosa y melódica
a la vez suave y prosódica
como fuera habitual
canta el bardo su ocurrencia:
la monárquica presencia
-en la borbónica esencia-
de la España medieval
Quien hubiese tal ventura
en la llanura africana
como hubo el rey Juan Carlos
en la mañana de caza
con un fusil en la mano
la caza iba a cazar
vio venir un elefante
y tuvo a bien disparar
y disparó hacia adelante
cayendo luego p’atrás
cuando yéndose a la cama
se dispuso a fornicar.
Allí fabló el rey Juan Carlos
bien oiréis lo que dirá:
Por Dios te ruego, Corina
no digas que lo hago mal.
Respondiole la Corina
tal respuesta la fue a dar:
Yo no digo nada a nadie
si no me obliga el fiscal.
Regalos hizo el emérito
regalos en sin parar,
unos de Arabia Saudita
otros de cualquier lugar
negocios en comandita
sin pagar al fisco ná.
Por culpa de su estulticia
consumiole la codicia
y no tuvo la pericia
de decirnos la verdá.
(Continuará)
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