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Foto del escritorManifiesto x Aguilas

Indiferencia

Actualizado: 15 ene 2024



La noticia asalta la primera página del periódico local: “Hallado el cuerpo sin vida de un joven de veinte años flotando en el mar”.


Rápidamente cunde el desconcierto entre los habitantes del pueblo y vuelan las llamadas de un hogar a otro interesándose por la salud y paradero de hijos, sobrinos o nietos. Aunque la calma vuelve a las familias cuando no se constata ausencia alguna, la preocupación se mantiene. Es un lugar costero, de clima más que benigno, gastronomía apetecible y, por tanto, destino de turistas. Un accidente en el mar nunca fue buena publicidad para los negocios de la zona.

Dos días más tarde aparece otro cadáver, esta vez, enredado en las redes que sirven de muro de contención a la piscifactoría. Lo que algunos ya sospechaban se hace realidad. Ambos cuerpos, según la crónica, serían los de dos integrantes de una de las pateras que, de continúo, arriban a nuestras playas. La población suspira aliviada. No se trataba de vecinos, ni de alemanes, suecos, franceses o de cualquier habitante de países de nuestro entorno. Ni eran rubios, ni ricos. No hay de qué preocuparse. ¿Por qué llorar a quién no tiene ni nombre?


Me detengo en la gasolinera cercana para repostar. El empleado interrumpe la pretendida interesante conversación que mantiene con un cliente sobre el partido de fútbol de la jornada anterior y se dirige al surtidor con paso cansino y cierto aire malhumorado. Descuelga la manguera y se dispone a llenarme el depósito. Suena su teléfono y contesta. Le digo: “No puedes usar el móvil mientras echas gasolina”. Responde: “Hay muchas cosas que no se deben de hacer y se hacen”. De nada valen mis protestas. Incluso le señalo el cartel que prohíbe hacer lo que acaba de hacer. Sonríe con suficiencia: “Eso es mentira. Un invento más del gobierno”.


Según me pongo en marcha de nuevo, reparo en la pancarta que una Asociación de Agricultores ha colocado junto a la entrada de la gasolinera. Dice textualmente: “No a la protección del Parque Natural. No a la Agenda 2030”. Sorprende que, precisamente, quienes viven de la tierra se opongan a que se ponga freno a su destrucción impidiendo que se contaminen sus escasos recursos hídricos aún más de lo que ya están o que se evite que el campo se convierta en superficie plagada de mastodónticas construcciones de hormigón y cemento. Pero aún sorprende más que aquellos a quienes históricamente se les ha negado educación, sustento y cuidado, se nieguen a que todo esto se convierta en derecho incuestionable, en un bien común para la humanidad. Me pregunto si realmente saben en qué consiste aquello que denigran y la respuesta es que evidentemente, no. Pensar lo contrario sería convertirlos en despreciables.


Sin embargo, al caer la tarde, cuando finalizado el trabajo, el bar de carretera se convierte en lugar de encuentro de la pequeña comunidad, la indiferencia con la que asisten a la injusticia, a la ignorancia y al peligro en el que el desaforado capitalismo ha colocado a la supervivencia del planeta, desparece por completo. Entonces todos, o al menos una gran mayoría, se convierten en indignados jueces de la situación política del país. Entonces rugen contra la Amnistía, los pactos con ciertos partidos, las promesas electorales incumplidas, los derechos de las mujeres e incluso contra el medio de transporte del presidente del Gobierno.


Rugen cual fieras en celo y entre rugido y rugido se olvidan de quién está realmente en su contra. Se olvidan quién es el enemigo.


Benito Rabal - Águilas, noviembre de 2023

Publicado en Mundo Obrero en Diciembre de 2023

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